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mariela timarchi

De niña, comía todo casero. Mi abuela materna y mi mamá, cocinaban todo. Hace 30 años atrás, era raro pedir delivery o comprar productos.

Semanalmente, la cocina se llenaba de ingredientes. Nunca me queje de las comidas que me hacían, ya que era todo simple pero a lo italiano, abundante.

Cuando crecí, me casé y me fui del hogar paterno. Siempre creí que me alimentaba saludablemente ya que desde adolescente me interesó la salud, la alimentación y no lo voy a negar, bajar de peso -aunque nunca tuve exceso-.

Escuchaba y leía atentamente cada información a la que podía acceder, aunque no con la facilidad con la que se puede hoy día.

Siempre me gustó cocinar, una característica que heredé de mis abuelas. Nunca estudie, solo aprendí de mirarlas a ellas. La cocina me relaja, me lleva a mi infancia cuando los domingos se preparaban las pastas y salsa casera, y nos reuníamos todos en la mesa familiar.

No fue hasta el año 2017 que tome real conciencia de lo que los alimentos podrían provocar. Siempre inquieta, me recomendaron una deportóloga por mi dolor de rodillas al entrenar. Como era de esperar, pedí un turno y salí de allí con una orden para 29 tomas en un análisis de sangre. Wow! Nunca nadie me había pedido tanto pero respetando la autoridad de esa médica, cumplí con lo pedido.

Un mes después tenía mis resultados y una nueva cita con la doctora. Ella leyó atentamente los resultados y me dijo que lo que menos le importaban eran mis rodillas, que las mismas iban a mejorar si cambiaba mi alimentación.  Me hizo saber que tenía otros temas que previa y más urgentemente, debía solucionar.

¿Su diagnóstico? Hipotiroidismo, pre diabetes y síndrome metabólico.

Aunque puede sonar a mucha cosa, y lo es, mi reacción -siempre tan optimista-, fue preguntarle qué debía hacer para mejorar. Siempre fui aplicada. Sus instrucciones fueron claras y precisas. Debía reducir mi ingesta de hidratos de carbono y azúcar, hacer ejercicio de fuerza e incrementar mi ingesta de grasas saludables.

Me dijo algo más importante aún, que estudiara para entender lo que ocurría en mi organismo. Su frase final, y hoy la repito con convicción a mis coachees: si lo entendes, lograras adherencia y obtendrás los resultados deseados.

Nos despedimos y ella lanzó su última frase: ¡GANA SALUD, PARA LUEGO BAJAR DE PESO!!!

Hoy día, le sigo agradeciendo tamaña generosidad!!.

Acá estoy, habiendo mejorado mi salud en base a la alimentación y con varias certificaciones.

Somos lo que comemos no es un cliché. ¡Es la pura verdad! Lo he experimentado en carne propia.

He certificado como Health Coach y Keto/LCHF Coach, con el ánimo de aprender y entender cómo funciona nuestro organismo de manera óptima.

El camino que propongo, te permitirá identificar intolerancias, patrones de conducta alimentaria; así como también a reconectar con tu yo interior. Desaparecerá esa neblina mental, confusión y aletargamiento que retrasa tu realización.